Considerada en Japón como la «estrella negra» del manga, Suehiro Maruo construyó desde sus inicios en 1980 en la revista GARO, una obra que mezcla la mitología japonesa y una cierta cultura occidental del erotismo, que va desde el Marqués de Sade hasta surrealistas.
El fondo narrativo, compuesto de diálogos breves, crudos y a veces poéticamente delirantes, se enmarca en la imagen para no contaminar las imágenes en las que se revela el virtuosismo gráfico de Maruo. Su característica única, una línea clara y refinada, sus cortes hábiles, nos confrontan sin cifrar a las pequeñas y monstruosas personas de su fantasmagoría. La elegancia es transgresora, lo que parece cómico para un japonés, convoca monstruos enterrados en casa. Al cruzar un Styx ficticio, atrapado por la increíble pero aterradora deleite de su dibujo, se pueden detectar muchas referencias literarias, filosóficas y artísticas que, al tiempo que perturban nuestros sentidos, nos invitan a disfrutar de su universo único, extremadamente perverso y, sin embargo, cerca, pero innegablemente catártico.
Q-saku es una pieza central de este trabajo, compuesto de historias cortas, apreciaremos la increíble riqueza de su imaginación y la excelente amalgama de sus influencias. El horror surge, perfectamente orquestado por la puesta en escena, en el corazón de una atmósfera fríamente estética.
Yume no Q-saku
5/5